Normalmente, los padres de familia se han desempeñado como educadores, guiados la mayoría de las veces por la intuición, por la tradición, por lo que ellos aprendieron a la largo de su vida, por imitación de familiares o amigos a quienes les “ha funcionado” alguna técnica o manera de guiar a los hijos, pero sin contar con una formación sólida o un programa de apoyo que les sirva de referencia para la importante labor que tienen entre sus manos. Identificar claramente los objetivos educativos y cómo pueden lograrse es fundamental para que la familia contribuya con la parte que le corresponde en la construcción de una mejor sociedad en la que todos anhelamos vivir.

A este respecto Hortensia Cuellar señalaba en una entrevista reciente que “urge educar bien a las personas que integran a la familia porque se trata de una comunidad educativa, vinculada a otras comunidades de vida. Entre todas las comunidades, se conforma una sociedad de conocimiento donde prevalece la información y el saber. En este contexto, educar a los padres de familia, para que formen mejores hombres y mujeres que contribuyan a enriquecer la sociedad, es un paso significativo”.